martes, 31 de mayo de 2016

Lost in Translation

Es una historia de amor distinta a cualquier otra que hayamos visto en el cine.
Dirigida por Sofia Coppola, estrenada en 2003, y protagonizada por Bill Murray y Scarlett Johansson trata los días en que sus dos personajes, Bob y Charlotte, se conocen en Tokyo y se enamoran.



Para los que no la hayan visto planteo la sinopsis: Bob es un hombre de mediana edad, casado y con hijos, actor, y desilusionado con la vida, que acude a Tokyo para la grabación de un anuncio. Charlotte es una joven casada que está acompañando a su marido, músico, que también tiene trabajo allí. Charlotte, por su parte, está por así decirlo en crisis y deprimida ya que a los dos años de matrimonio ya se ha dado cuenta de que no quiere a su marido, o que al menos está desencantada con él. Se alojan ambos en el mismo hotel y coinciden varias veces, lo cual provoca que vayan forjando una curiosa amistad en esos días que pasan allí.




(Como siempre, hago la correspondiente advertencia. Esta película, como muchas otras de las que hablo en mi blog, es especial por más de un aspecto y no pueden arruinarnosla por completo con ningún spoiler. Por su preciosa estética y por la forma en que está hecha disfrutaremos sí o sí viéndola, conociendo o no el final, pero esto no quita que tiene mucho más encanto y despertará en nosotros más emociones si la vemos desde cero.)



Por lo tanto, es una película que debe ser vista con la mente abierta y preparada para un ritmo lento y dulce, escasos y pausados diálogos, música envolvente y cero acción. Debemos verla para apreciar cada uno de sus aspectos, nos guste más o menos la historia, ya que es innegable lo especial que es. 
Esto responde a una serie de características apreciables en esta película:

-El planteamiento es, como ya he dicho, el de una historia de amor muy distinta a las que estamos acostumbrados a ver. Es un amor protagonizado por dos personas entre las que hay una diferencia de edad muy grande, teniendo además cada uno su propio matrimonio, y a las que no les une en principio nada más allá que la soledad en aquel lugar. Además, ¿quién imaginaría jamás una historia de amor entre Bill Murray y Scarlett Johansson? Resulta casi inconcebible.



El desenlace de este amor es también peculiar. Por un lado tenemos la parte triste de la historia, que es cuando cada uno debe volver a su vida y se separan. En la típica película no se daría dicha separación, o al menos se nos mostraría un reencuentro aunque fuera un tiempo más tarde. Aquí verdaderamente se separan, y además de una manera muy fría, en el hotel (ya que los personajes tuvieron poco antes de la partida de él una desafortunada discusión). Por otro lado la directora no ha querido dejarnos con un sabor demasiado amargo en la boca, así que plantea una última escena en la cual Bob, yéndose de la ciudad en coche, cree verla a ella caminando por una abarrotada calle y decide bajarse y correr hasta ella. Esta escena no deja de ser una despedida, pero al menos nos deja un beso, el único en toda la película, y una frase de él susurrada tan bajito que es imposible saber qué dice (aunque en internet podremos encontrar diversas teorías al respecto). ¿Todo esto qué es lo que crea? Una sensación de inmensa satisfacción para el espectador (a pesar de dicha frase, que sí o sí causa frustración). Satisfacción porque hemos podido sentir tristeza y alegría al mismo tiempo, satisfacción por estar viendo sinceros sentimientos, y satisfacción porque sabemos que es un desenlace único para una película única que no nos deja con el clásico final.



La manera en que se trata este tema hace que no nos planteemos el lado 'feo' del asunto, que es el de la infidelidad. En ningún momento, excepto por el beso del final, tienen ellos ninguna relación física. Se trata de dos personas perdidas que se encuentran el uno al otro y que se entienden, así que no lo tomamos como infidelidad. Igualmente, el inicio de su relación se da por un encuentro fortuito sin ningún ánimo más allá por parte de ninguno de los personajes. Es poco a poco y más adelante cuando vamos apreciando los preciosos matices de esta relación.

-Las interpretaciones son espectaculares. Estamos acostumbrados a ver al clásico Bill Murray irónico, pero nunca, al menos a mí así me lo parece, nos había mostrado tal profundidad y sensibilidad en sus personajes. Es una interpretación muy realista de un personaje muy real, el de un hombre cincuentón 'harto de la vida', aunque con más suavidad diremos que está desencantado. 


En cuanto a ella, a pesar de que Scarlett Johansson tenga un amplio registro de actuación habiendo pasado por gran cantidad de distintos papeles, podemos decir que es uno de los personajes que ha interpretado con más realismo. Lo interpreta con humildad y dulzura, mostrándonos a una chica inteligente pero triste por su relación con su novio, y en crisis con su vida. Y gracias a esta manera de interpretarlo nunca la he visto más preciosa que en esta película.



-El ritmo de la película también es distinto. Ya cada vez con más frecuencia se nos muestra este modo de rodar películas y de construir historias. Aquí nos encontramos con escenas donde no predomina la acción sino los simples movimientos de los personajes y la banda sonora de la película. Esto genera un ambiente entre romántico y melancólico, dominado por la soledad. Sobre todo lo apreciaremos en las escenas de ella, cuando decide visitar Tokyo sola. Aquí nos entran ganas de estar en su posición, de retomar esa soledad e independencia, y además en un lugar tan bonito como el que nos muestran.

-La música que aquí utiliza es muy característica de las películas de Sofía Coppola. Es frecuente que utilice este tipo de bandas sonoras, música denominada 'dream pop' (al parecer), además de otras canciones de distinto estilo, pero siempre buscando el protagonismo de la música en muchas escenas, como sustitutivo de los diálogos o narraciones. Encontramos claros ejemplos en otras películas de esta directora, como puede ser Las Vírgenes Suicidas o Marie Antoinette.



Querría hacer mención a varias escenas muy especiales de esta película, aunque realmente casi que cualquier escena de esta película es digna de ver una y otra vez. Realmente no hay mejor manera de apreciar este tipo de cine que simplemente viéndolo.

En primer lugar tenemos la escena en la que aparece ella sola en la habitación de hotel. Su marido ha salido por trabajo y ella está allí sola sin nada que hacer. Da vueltas por la habitación, escucha música, observa la ciudad a través de la ventana, etc. Y decide llamar a una amiga para poder contarle a alguien como se siente.



La segunda es una genial escena cómica en la película, y corresponde a cuando él va a grabar el anuncio y tiene que entenderse con los japoneses para realizarlo.



La siguiente es una de las escenas más especiales de la película, en la cual ella invita a él a que salga por Tokyo de noche con ella y unos amigos. Durante la noche van a diversos bares y locales y acaban en el apartamento de uno de ellos cantando en un karaoke.



A continuación incluyo aquella en la que están los dos en la habitación del hotel hablando profundamente sobre sus respectivas vidas.


Finalmente tenemos la última escena, aquella de la verdadera despedida de ellos dos. No tiene desperdicio para aquel que ha seguido la película, y resulta, sin ninguna duda, el final perfecto para esta historia.






Para cualquier amante del cine, del amor o de las relaciones, esta es una película perfecta. 



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